(Sólo para cursis extremos) El viernes conocí a alguien increíble, realmente increíble, un hermano, un amigo, nada menos que todo un hombre, bello y arrojado ... por lo menos ese día arrojado a mi tarde-noche de la que no existía ninguna expectativa hasta ese momento. Tremendo lujo, caminamos bajo la lluvia hasta que el frío no nos dio tregua y tuvimos que entrar a tomar té, fue bello! Lo importante de estar con gente bella y generar momentos bellos es que se sabe que hay algo a lo que una no debe acostumbrarse nunca: al derrotismo feo y a los hombres a medias, esos de los que hay en demasía; animales en masa que caminan obnubilados hacia cuerpos, olores, vaginas, it’s disgusting! Estar con el Adonis del mes me hace ver, me devuelve la fe: ¡que lo clonen!, que lo clonen! El ángel caído del cielo se llama Rodrigo es amigo del amigo y ha estado en más de algún carrete público. Nos encontramos con él y Pablo en el bar de siempre y de ahí todo fluyó, como pasa siempre con la gente espontánea y nada pretenciosa; nos fuimos no más a fumar y fumar; primero en un estacionamiento donde él tuvo un encuentro con el guardia: no le resultó, porque un ángel será pero sigue siendo un hombre, no engranó en el momento perfecto, tuvo un desfase, pero el intento estuvo bien, más me gustó.
De ahí por Cochrane pa’ bajo cuando de repente el batazo que hizo Hon Ron: la cagó!, me dijo, bueno dijo...: claro, como cuando uno ve en amarillo, como cuando se está enamorado, uno como que flota en amarillo... Se me cayeron los calzones, pero dignamente y antes de que no se me cayera la baba también, dije una frase que de seguro no fue tan impresionante como esa. Después más conversación callejera, Pablo sacó y sacó fotos y luego el té, rico, tanto como su presencia ante mi... siguió la conversación, el tópico era el dolor, nadé como pez en el agua y le di mis apreciaciones seguras y divertidas de tanto prensarlo. Después de vuelta al bar, el cielo se abrió y de ahí no me movieron con nada, empezó mi monólogo generoso y verborréico, tan aparatoso, como solemne para él: todo para él. Después seguimos con lo mismo; el dolor, el amarillo, la rutina, los jardines, las verduras, la vida misma, hablamos del romanticismo para ser lo más redundantes posibles, me preguntó que qué tenía de positivo ser romántico y sonrió.
En ese momento pasamos como caminando sobre amarillo de la barra a una de las mesas, cuando yo creo producto de la inminente borrachera sus ojos se veían cada vez más claros.
En eso apareció Pablo que se había perdido con su ex, como 45 minutos antes, no caché, la presencia de ambos no me interesó para nada, lo único que me inquietó levemente fue que ella antes de salir me quería decir algo de mis salidas furtivas con Arturo, creo que ya sé lo que me dirá, por eso los dejamos ahí y partieron. Yo disfruté de mi amigo tierno y verdadero.
Entrada la noche borrachos y alegres reímos y cantamos, luego él desapareció en el aire, como hacen los ángeles que con su paraguas dorado sólo dejan un aroma cálido y fresco a la vez, una presencia completa y habitada en el espacio posible.
Juanita Tornazol