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viernes, 11 de mayo de 2007

Castillos en el Aire

De los antiguos locales que han sobrevivido a la modernidad brutal, que todo lo arrasa, esta el Lunchonette en Colo-Colo “casi” esquina Maipú. Ha vagado por diferentes calles hasta su actual ubicación. Adquirió su temprana fama entre los universitarios de “illo tempore” que sedientos acudían a hidratarse después de un certamen -sin certamen iban igual- cuando estaba en Caupolicán en una vecindad mas que conveniente con el cine Windsor. Luego de las funciones era cosa de atravesar para conversar esas tonteras que hablan todos los cinéfilos militantes “…la simbología profunda de la redención en Herzog…”, “…pero que me dices del oscuro misticismo de Bergman…”, “…oye espera un poco ¿y los desgarros de los personajes de Scorsese…”. Y así hasta la madrugada porque “…mi vida era un festín/ en el que se abrían todos los corazones/ y en el que se/ derramaban todos los vinos…”. Aún hoy el Luncheonette mantiene el mismo carácter tranquilo –exceptuando la pantalla gigante- de siempre, donde el clásico son las pichangas y las garzonas que son viejitas (creo que una ya está embalsamada) y fueron heredadas de otro local emblemático: El Nuria. También refugio de noctámbulos con una hermosa barra circular para los solitarios y mesas para los grupos. Estos eran de todos los pelajes y oficios: empleados, obreros, trabajadores del comercio, profesionales del sector y…estudiantes que se hacían los pesados a la hora del cierre pues se demoraban con las ultimas cervezas y se demoraban, demoraban y demoraban hasta que las garzonas -si las mismas de mas arriba- echaban aserrín en las patitas para barrer ¿y que hacían los cargantes?, levantaban las extremidades…y pedían la última. Siempre estuvo en el Paseo Peatonal antes que fuera Paseo (pasaban micros por ahí cuando la tierra aun estaba caliente). Fue reemplazado por una cadena de farmacias. No sé que significará, pero cuando había más bares se necesitaban menos farmacias.
Ronald.

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