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domingo, 10 de junio de 2007

Castillos en el Aire III (parte final)

En la calle Rengo sigue funcionando, remozado, el Stromboli nombre que recuerda un film de Rossellini, porque al dueño original le gustaba mucho su protagonista: Ingrid Bergman. Tiene dos ambientes: la barra para los caballeros que chupan duro y mesas para los que también saben que existe la comida. No hay pérdida si piden parrillada (¿notan la aliteración?). En ocasiones hay músicos (no los tuneros, dije música).Lo que me recuerda que antiguamente en casi todos los locales la fuente musical eran los wurlitzer, ¿artistas?: Yaco Monti, Leo Dan, Lucho Barrio, Los Ángeles Negros y varios más de esa categoría. En el Stromboli aún se pueden ver antiguas bellezas que fueron las musas de los trasnochadores de aquella época, a solas con su caña de vino sin que nadie les pague su miserable trago. Lejos de su mayor talento: juventud y belleza. Ya dije: tengan miedo, tengan mucho miedo. Cuando finalmente cerraban los bares se marchaba en masa en un largo viaje hasta la calle Bulnes en el sector del barrio rojo. El objetivo era el Amanecer, y se llegaba a ese local a esa hora por el caldillo reparador cuando el alba se insinuaba detrás del cerro Caracol (hoy el equivalente serian los Pronto Copec). Se remataba ahí antes de volver al hogar que en esas ocasiones no era precisamente –como decía Walt Whitman- el lugar donde siempre se es bienvenido. Allí la tribu estudiantil compartían con las prostitutas y delincuentes del sector que también venían de sus respectivos trabajos. Sin molestarse porque existía cierta nobleza y respeto entre los habitues. No existía esa maldad químicamente pura que tiene hoy el lumpen (quémenlos a todos). Las chicas tenían tarifa rebajada para estudiantes, El Amanecer se perdió en la noche de los tiempos, pero quedan las prostitutas: muñecas bravas que hoy pasan gato por liebre. Mucho Adultero se transformó en el más fiel de los hombres luego de una dolorosa experiencia con una “ella” que resultó ser un “él”. Los antiguos bares de la bohemia penquista están de a poco desapareciendo junto con los viejos clientes de años sin que nadie los eche de menos –ni a los locales ni a los clientes-de repente alguien desaparece y pasa mucho tiempo hasta que alguien pregunte: ¿Qué fue de fulano?. La perra vida se encarga del trabajo sucio. Pero este año ya está la necesaria renovación de contingente carretero conociendo los bares que serán sus favoritos por todos los años de estudio y más allá también o hasta que les de el hígado o cambien de mundo o el mundo los cambie a ellos. Aquel tiempo fue como una aventura amorosa donde hay un momento que puede ocurrir cualquier cosa pero una vez pasado ya es irrecuperable. Pero al interior de las tabernas –hoy como ayer- la vida se agita y bulle. Afuera la lluvia por fin se decide y una fina cortina de agua moja el pavimento y los últimos transeúntes, a lo lejos el Bío-Bío sigue su curso. Alguno de nosotros a duras penas…también. Ronald.

1 comentario:

Luva Café & Bar dijo...

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