LA CASA
(Orompello 388 - CCP)
5 tapitas
El Trabalenguas de Hoy. Generalmente, aunque soy bastante buena para salir, soy muy tradicional en mis gustos: los lugares favoritos tienen un estilo, una música o noches especializadas, una carta variada, un baño decente. Dicho esto es necesario decir que La Casa, dentro de sus posibilidades, cumple con pocas de las primeras características: adolece de una histeria musical terrible (excepto los sábados), la carta tiene pocas cosas nuevas y la verdad es que todos estamos esperando la patente de boite. La comida es insufrible y cuando te da hambre lo mejor es comprar en otra parte, el baño… bueno, aunque la mona se vista de seda, mona queda. Y claro, entre tanta cosa no hay como. Pero lo esencial es lo siguiente: me gusta ir a aquellos lugares donde me reconozcan, si entro que me saluden por mi nombre, que sepan lo que quiero tomar, algo así como “¿lo de siempre?”. Y, por sobre todo, los conocidos (sí, dije bien, conocidos no amigos, jjajajaj) Ya se sabe… la enorme posibilidad de llegar a un lugar solo y salir con la patota de turno llegando a la casa por un asadito de trasnoche.
Igual después de un par de maltas todo parece bueno, te encuentras con unos tantos conocidos, que al rato son amigos y amigotes, y más maltas o cerveza, y luego es sólo cosa de hacer una seña, darle la bienvenida a la malta y despedir al cenicero, de otro modo tendría un Sinaí de colillas en la mesa. Además nunca falta el paseo nocturno... a la vuelta al bar todo te parece fantástico empezando por los coladores y otras cosas… ¿y en realidad son gatos de cerámica en una repisa?… ni mi abuela tendría algo así. Y claro, aunque se puede pensar que el lugar no me gusta, voy casi todos los días, y ya antes de salir de la pega le pregunto a un par de personas… - ¿A dónde vas? - A la casa - ¿Y porque no vamos a La Casa? - Ya bueno, vamos a la La Casa y después podemos ir a tu casa Francamente es un ejercicio agotador. Pero sigo llendo… debe ser mi personalidad adictiva.
El Bar Ecléctico. Todavía se sentían los bits electrónicos de sur microclub cuando La Casa arremetió con sus sofás con hoyos y el rojo camersí de sus paredes, bien, todo intento de algo nuevo me parece bien. Se abrió la puerta central y el lugar pareció más espacioso, la música que cubre todos los estilos y todos los ritmos y créanme que cuando digo todo es literal, comenzaron a aparecer caras nuevas, en este caso caritas, porque desde las 6 cuando la chela está a luca, el público es más bien teen y luego cuando cae la noche que le viene bien a los más expansivos, aparecen los comensales de siempre, entre los que se repiten un grupo de artistas que a veces se les olvida que al otro día se puede seguir tomando. Claramente hay una intención, no sé bien cuál, pero la hay, harto cachureo y hasta una barra con ropa reciclada que no es una mala opción para los que gustan de originalidad. El baño casi siempre tiene confort lo que se agradece por las que tienen la vejiga frágil, eso sí que la nueva separación de género no me hace sentido, por qué le dieron el baño más grande a los hombres y el de la grifería rota a las mujeres?. La iluminación es agradable, los rayadores y coladores que hacen las veces de lámparas son un plus en ese sentido. Los meseros son atentos y buena onda, cada uno con su estilo sonríen en todo momento, creo para aumentar su propina, sé de buena fuente que no deben dejar pasar más de dos colillas en el cenicero (?) y a veces lo logran. Algo que no me gusta es la carta, que es eso de comer pan integral con papas chips, guaj, pucha si hay ganas de innovar este era el ítem, ahí es cuando extrañamos las buenas recetas de Cristian Rivera y otra cosa: bien por la malta, pero yo que soy buena para la coca…cola, no soporto la idea de que cuando logren la esperada patente de cabaret tenga que tomar ron con pepsi.