Contador de Crónicos de Bar

Para Escuchar Mientras Lees

martes, 26 de diciembre de 2006

LA CASA

(Orompello 388 - CCP)


5 tapitas


En Rodaje. Entrar al bar La Casa, define tu gusto automáticamente. O se ama o se odia. Pero vamos por parte. Este es un lugar con historia, partió siendo un pub-restorán de estilo machesteriano-no-logrado. El otrora Bristol 041 empezó con mucha onda, con un cuento estético rojinegro claro y música británica, pero al tiempo decayó en clientela hasta que cambió de dueño y comenzó el coqueteo con la electrónica. Sus nuevos propietarios dieron a luz el bar Sur Microclub. Lindo lugar de look minimalista blanco y verde con buena barra, carta sencilla pero con concepto. Famoso por sus jugos naturales y sándwiches bien preparados. Sin embargo el tiempo se llevó al Sur y sus viernes de live act. La nueva Casa, llenó de color el local, y atrevida colgó espejos, grabados y artículos de cocina para iluminar con onda. Usando el espacio al 100 por ciento puso sillones y se pegó el salto colgando ventiladores y reacondicionando los baños. En pocos días una nueva remesa de bebedores de mediatarde, eligió ese como su espacio. La carta de bocados prácticamente desapareció pero a los bebestibles se agregó la cerveza negra que es un gusto clásico. Desde Morrisey a The Clash o derechamente de Daniela Romo a Astrud Gilberto, en La Casa se puede escuchar de todo, es más, se reciben aportes. Acá está claro, la música no es protagonista y el ambiente, por lo mismo se diversificó. Se agradece la atención siempre amable de sus garzones que a pesar de no percibir propina de manera estable, persisten su apostolado a punta de sonrisas y abrazos. A pesar que en sus inicios el bar La Casa tenía una cartelera cultural con música y teatro los viernes, lo que le estaba dando onda-onda abruptamente está terminó y no sabemos si volverá. Lo rescatable del lugar es la atención, los precios y los baños que están en buenas condiciones pudiendo siempre mejorar. Lo mejor los ventiladores que mueven los humos y relajan el ambiente. Lo mejorable son los detalles, demasiados cables colgando en la decoración, la idea kitch un poco coja a veces no resulta, pero se entiende que está buscando su identidad. Lo que falta sin duda, es levantar una carta con cuento. De que se puede se puede.
MOLGAN

El Trabalenguas de Hoy. Generalmente, aunque soy bastante buena para salir, soy muy tradicional en mis gustos: los lugares favoritos tienen un estilo, una música o noches especializadas, una carta variada, un baño decente. Dicho esto es necesario decir que La Casa, dentro de sus posibilidades, cumple con pocas de las primeras características: adolece de una histeria musical terrible (excepto los sábados), la carta tiene pocas cosas nuevas y la verdad es que todos estamos esperando la patente de boite. La comida es insufrible y cuando te da hambre lo mejor es comprar en otra parte, el baño… bueno, aunque la mona se vista de seda, mona queda. Y claro, entre tanta cosa no hay como. Pero lo esencial es lo siguiente: me gusta ir a aquellos lugares donde me reconozcan, si entro que me saluden por mi nombre, que sepan lo que quiero tomar, algo así como “¿lo de siempre?”. Y, por sobre todo, los conocidos (sí, dije bien, conocidos no amigos, jjajajaj) Ya se sabe… la enorme posibilidad de llegar a un lugar solo y salir con la patota de turno llegando a la casa por un asadito de trasnoche.
Igual después de un par de maltas todo parece bueno, te encuentras con unos tantos conocidos, que al rato son amigos y amigotes, y más maltas o cerveza, y luego es sólo cosa de hacer una seña, darle la bienvenida a la malta y despedir al cenicero, de otro modo tendría un Sinaí de colillas en la mesa. Además nunca falta el paseo nocturno... a la vuelta al bar todo te parece fantástico empezando por los coladores y otras cosas… ¿y en realidad son gatos de cerámica en una repisa?… ni mi abuela tendría algo así. Y claro, aunque se puede pensar que el lugar no me gusta, voy casi todos los días, y ya antes de salir de la pega le pregunto a un par de personas… - ¿A dónde vas? - A la casa - ¿Y porque no vamos a La Casa? - Ya bueno, vamos a la La Casa y después podemos ir a tu casa Francamente es un ejercicio agotador. Pero sigo llendo… debe ser mi personalidad adictiva.
MAGNOLIA

El Bar Ecléctico. Todavía se sentían los bits electrónicos de sur microclub cuando La Casa arremetió con sus sofás con hoyos y el rojo camersí de sus paredes, bien, todo intento de algo nuevo me parece bien. Se abrió la puerta central y el lugar pareció más espacioso, la música que cubre todos los estilos y todos los ritmos y créanme que cuando digo todo es literal, comenzaron a aparecer caras nuevas, en este caso caritas, porque desde las 6 cuando la chela está a luca, el público es más bien teen y luego cuando cae la noche que le viene bien a los más expansivos, aparecen los comensales de siempre, entre los que se repiten un grupo de artistas que a veces se les olvida que al otro día se puede seguir tomando. Claramente hay una intención, no sé bien cuál, pero la hay, harto cachureo y hasta una barra con ropa reciclada que no es una mala opción para los que gustan de originalidad. El baño casi siempre tiene confort lo que se agradece por las que tienen la vejiga frágil, eso sí que la nueva separación de género no me hace sentido, por qué le dieron el baño más grande a los hombres y el de la grifería rota a las mujeres?. La iluminación es agradable, los rayadores y coladores que hacen las veces de lámparas son un plus en ese sentido. Los meseros son atentos y buena onda, cada uno con su estilo sonríen en todo momento, creo para aumentar su propina, sé de buena fuente que no deben dejar pasar más de dos colillas en el cenicero (?) y a veces lo logran. Algo que no me gusta es la carta, que es eso de comer pan integral con papas chips, guaj, pucha si hay ganas de innovar este era el ítem, ahí es cuando extrañamos las buenas recetas de Cristian Rivera y otra cosa: bien por la malta, pero yo que soy buena para la coca…cola, no soporto la idea de que cuando logren la esperada patente de cabaret tenga que tomar ron con pepsi.
JUANITA TORNAZOL

Quizás Saudade


Raro año el que termina, creo que es el primero del que me haré realmente cargo: todo lo bueno y todo lo malo fue responsabilidad mía, de lo bueno no tanto como debiera o como quisiera, pero para no sonar tan mal agradecida, de lo bueno: una relación que no fue tal. Pero que me dio para estar ocupada o desconcentrada casi todo el año y que para no ser injusta me regaló pasajes maravillosos, momentos bellos que no se me olvidan ni con alzheimer. La verdad, ni siquiera sé bien de qué se trató: yo queriendo e intentando; él haciéndose el hueón y dejándose querer hasta el día del vómito total, cuando salí de mi brutal estado ilusorio e inconexo. Ahora esas mismas luces brillan de otra forma, por lo que intuyo que se aplicará la ley de Lavoissier y la “cosa” no terminará, sino se transformará…
Como sea, cada fin de año me pasa lo mismo, los últimos días de diciembre me llenan de un sentimiento indescriptible y he tratado de verdad he tratado, pero no puedo definir qué mierda es realmente lo que siento. No es pena, no es alegría, no es nostalgia, una mezcla que tiene de todo eso y nada a la vez. No puedo evitar esa sensación de querer hacer balances que no tienen sentido, porque te das cuenta de que todo lo que prometiste al comenzar el año y dijiste con fervor que no te pasaría estuvo presente, no hubo mes que no me arrepintiera de algo, casi siempre acompañado del exceso, si hasta un lavamanos me eché. Creo que en un promedio de dos veces por mes me tomé hasta el agua del florero y eso llevó consigo una historia peor que la otra, no quiero ni acordarme, porque me dan ganas de no salir de mi bunker por semanas.
Otro año y la posibilidad de no mandarse las mismas cagás son más factibles, sólo porque empieza otro año y además como este termina en número impar se supone que traerá mejor suerte, de verdad eso espero. No sé si suerte precisamente, pero la fuerza necesaria para reafirmar mis ganas de hacer las cosas bien y no querer ser una puta avestruz dos veces por mes que canta desde el amanecer a la noche “Algo Contigo” de Calamaro, Vicentino y cuanta versión encontré.
Juanita Tornazol



lunes, 25 de diciembre de 2006

Los Chicos Poco Comunicativos

(Léase con soundtrack)
Puede parecer, más de alguna vez, que escuchar a Redoles es acercarse a un mundillo vinoso de arte y ciencias sociales, donde cada cuál parece representar un personaje ultra histriónico, exacerbado, que se sobreactúa en su propio drama al segundo vaso de cerveza. Puede parecer incluso que ésta música es sólo representativa de ese mundo, de ese ecléctico grupo de personas que pocas veces guardan la sobriedad suficiente como para comunicarse de forma eficaz. Sin embargo, y después de ser yo misma un personaje redolesiano (es que soy rica, o sea, yo me encuentro rica) que acostumbra a estar en diferentes partes compartiendo, me he dado cuenta que existe una característica transversal a todo bebedor, independiente de su des-formación profesional: somos malos conversadores.
Créanme: nosotros NO somos bebedores sociales. Y ojo que no digo que seamos malos para hablar, porque hablamos hasta los codos, como se dice en buen chileno, sino para intentar establecer aquello que dichosamente la RAE define como: “Hablar CON otra o varias personas”
Y quiero demostrarlo haciendo la única cosa que aprendí a hacer relativamente bien en la U, una tipología, basada en observación directa participante. Así las cosas, existen al menos 5 tipos de Chicos Poco Comunicativos (CPC):
1. Corre que te pillo: cambia de tema sin siquiera decir “agua va” y sólo Dios sabe de que cresta está hablando ahora, y te aseguro que en cuanto ya estas cachando de qué se trata lo que habla está a punto de decir: “pasemos a otra cosa”.
2. Así no es na` la cosa y te bajai del taxi: también conocido como el disidente, este tipo de CPC es altamente exasperante, todo su discurso se basa en decir exactamente lo contrario a lo que opina el que está hablando… independiente de lo que diga.
3. Señor(a) interesante: habla solo y considera que todo el mundo debe escucharlo, no deja opinar al resto, y la verdad es que habla puras huevadas.
4. El Silencioso(a): es la compañía ideal del chico interesante, no habla nada, absolutamente nada y son pocas las personas que podrían decir que alguna vez escucharon su voz. Existe una variante de este tipo que podríamos llamar el susurrador: no importa cuán fuerte esté la música, no hablará fuerte, por lo cual a los 5 minutos de arduo esfuerzo de escucha, prefieres ir a “dar una vuelta”.
5. El(la) Empanada: se repite. Éste de seguro es el más frecuente y en grupo se potencia al infinito. Cuenta las mismas tallas y hace las mismas preguntas, no importa cuántas veces le contestes, él o ella, no lo recordará. El adjetivo Empanada cumple otra función además: indica la fuente de la falla de su memoria corto plazo. La variante de este tipo se hace interesante sólo cuando logra entender que no tiene que contar la misma anécdota exactamente de la misma forma cada vez, una mentirita o exageración le pone picardía a la cosa, nadie se va al infierno por eso.

De cualquier modo es evidente que todos los anteriores tipos de CPC no logran establecer una conversación por mucho que hablen, como dice mi adorado Redoles: si le cortai la oreja a un paco, no hay comunicación. Pero lo más preocupante no es la existencia de uno de estos en un grupo de bebedores, sino la coexistencia de ellos y su alta concentración en ciertos bares universitarios…
Una cosa más: como toda tipología es casi imposible encontrar el tipo puro, es decir, lo más seguro es que aquel que conoces es una mezcla de al menos dos de los antes descritos. Uf!, tráiganme una cerveza.
EMIC